A pesar de la obesidad declarada como una enfermedad, todavía existe un estigma de peso considerable tanto en la cultura popular como en la atención de la salud, lo que impacta negativamente en la formulación de políticas en materia de prevención y tratamiento.
Si bien muchos lo ven como una elección o una falla de la fuerza de voluntad, existe evidencia para desafiar el argumento de que tanto el aumento de peso como la incapacidad para lograr el mantenimiento de la pérdida de peso son culpa de las personas debido a fallas personales o falta de responsabilidad.
En este artículo, nos basamos en la literatura del tratamiento de la obesidad, la neurociencia, la filosofía de la mente y el estigma del peso para desafiar las creencias comunes de que las personas son libres de elegir cuánto pueden pesar, y el logro del mantenimiento de la pérdida de peso a largo plazo es completamente sujeto a elección consciente.
En realidad, la regulación del hambre, la saciedad, el equilibrio energético y el peso corporal tiene lugar en las regiones subcorticales del cerebro.
Por lo tanto, las señales de hambre y saciedad se generan en regiones del cerebro que no están asociadas con la experiencia consciente. Esto apunta hacia el determinismo biológico del peso y desafía las ideas de fuerza de voluntad y la moralización resultante con respecto a la regulación del peso corporal.
En este artículo, por lo tanto, argumentaremos que en el contexto de la desregulación del hambre y la saciedad que contribuyen a la epidemia de obesidad, se necesita un discurso más amplio relacionado con la responsabilidad personal y el estigma de la obesidad para mejorar la comprensión, la prevención y el tratamiento de esta compleja enfermedad.
La obesidad es una enfermedad crónica que requiere un tratamiento personalizado. Las intervenciones en el estilo de vida por sí solas pueden no ser suficientes para lograr una pérdida de peso sostenida y médicamente significativa para muchas personas con obesidad.
Al comprender que la obesidad no se debe a una falta de motivación o fuerza de voluntad, es probable que la disponibilidad y la utilización de tratamientos adicionales o una combinación de tratamientos como el estilo de vida, la farmacoterapia y la cirugía mejoren la calidad de vida de muchas personas que padecen esta enfermedad.
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